Daniel el Loco Dortega decreta despojar descaradamente la documentación decisiva de varios -¿doscientos?- divinos dadores del documento y dicho diario. Daniel el Demente desconoce los destinos del exilio, desde abajo el Diablo ignora diatribas y debates que deben quebrar la aspereza cotidiana de su dictadura. Demente, decrépito y marchito, Daniel Dortega dobla dioptrías y esparce dedos demoníacos; dice que decida por donde anda derribos, desolaciones y desalojos… digno duende del dolor.
Daniel el Demente a dúo con Damisela Delirante han insultado y derribado, derrumbando pero no sojuzgando la densa democracia que despertará, destapando diques, diques y broncas donde el dúo diabólico, debilitado y derrotado decidirá decididamente su declive. Dani Dortega y Dosario Durillo, laberinto de diamantes de demencia dodecafónica dictatorial en delirantes decibelios de derrames distraídos, doblones digitales y dulce o desnudo desparpajo destructivo.
Declara a Daniel el Loco acumular derechos debilitados, derogando la debida decencia, decir destripar o diseccionar o diseccionar ditirambos y darle una oportunidad, lamentablemente desestabilizando, regalando el puñal y su derrota, duro-duro-duro, desarmando por decreto o deformación del Derecho y determinante: desde su despertar y en su despensa diaria, los despojados o desterrados por Dedo de Daniel el Loco dan gracia y derraman detalle a detalle los dados de Dios, la declaración y decantación de descripciones y destellos, discursos despojados y derramando diarios, diciendo y dibujando, vagando y lastimando desdeñando su Dónde.
Diría Darío qué bienaventurado es el que no conoce el dolor por su dureza… Yo digo, decimos y decimos a diario: ¡Daniel el Demente, para! Gioconda, Sergio y millones de nicaragüenses llevan en la piel y en el pensamiento su patria y su paisaje, sus poemas y su prosa pura en sus cabellos y pestañas, su palpitación viene de tiempos pasados y pavimenta el futuro prometido… prometedor, porque me permito intercambien palabras y vayan a la P mayúscula a aplaudir cada página de los poetas y prosistas, gente que no sea personajes putrefactos y pusilánimes como usted, presidente Pendejo.
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