“Alicia Bárcena es una buena opción”. El comentario salió hace unos meses de boca de un diplomático argentino. El contexto era diferente al actual, la izquierda latinoamericana había estado dividida por la fallida propuesta de un candidato común para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Argentina, Chile y México, que evaluaron apoyar al mismo nombre, habían roto cada uno por su lado. Unos días antes, Bárcena sonó como la propuesta mexicana para dirigir la organización. Y esa opción generó entusiasmo en muchos lados. En una contienda difícil, donde cada país velaba por sus propios intereses, el histórico diplomático que lleva décadas navegando por las complejidades de las relaciones multilaterales tuvo un gran apoyo. Finalmente, abandonó su candidatura por “razones personales” y el bloque se fracturó. La idea contenida en esa frase, sin embargo, quedó flotando en el ambiente.
Desde aquel fracaso con el BID, el nombre de Bárcena quedó sobre la mesa de Andrés Manuel López Obrador. La diplomática mexicana ingresó a la actual Administración en septiembre del año pasado, cuando el presidente la eligió como embajadora de México en Chile. Ahora ha sido elegida como nueva titular de la Cancillería, en sustitución de Marcelo Ebrard, quien ha dejado su cargo para buscar una candidatura a las elecciones presidenciales de 2024. Bióloga de formación y con una maestría en Administración Pública de la Universidad de Harvard, Bárcena es una cara amiga para muchos gobiernos de América Latina.
Nacida en la Ciudad de México hace 71 años, Bárcena lleva más de cinco décadas en la vida pública de México y el mundo. Inició su carrera en el sexenio de Miguel de la Madrid, cuando ocupó el cargo de subsecretaria de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (hoy Semarnat) y posteriormente directora del Instituto Nacional de Pesca. Fundó y dirigió el Consejo de la Tierra en Costa Rica, una organización no gubernamental encargada de monitorear los acuerdos firmados en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo en Río de Janeiro en 1992.
En esa cumbre en Brasil, conoció a Maurice Strong, un empresario canadiense y subsecretario de la ONU, quien luego se desempeñó como presidente del Consejo de la Tierra. Con él, la vida de Bárcena cambió por completo, según dijo en 2016 en una entrevista con la revista YAdel diario chileno El Mercurio. Así empezó a funcionar la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Una vez dentro, alcanzó un nivel sin precedentes para los funcionarios en México, cuando en 2006 el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, la nombró Jefa de Gabinete. Dos años después asumió la Secretaría Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), donde permaneció hasta el final de su mandato en abril del año pasado.
Quienes la conocen la describen como una mujer muy trabajadora, con gran capacidad de negociación y sumamente detallista. En cada foro al que asiste, o en cada silla en la que se sienta a conversar, lleva un cuaderno en la mano para anotar. Tiene la costumbre de registrar todo lo que sucede. Quién lo dijo, cómo y cuándo. Su disposición para gestionar el diálogo y realizar negociaciones ha sido una de las virtudes que más destacan sus compañeros. “Tiene la capacidad de moverse en todos los niveles, tener diálogos significativos con todo tipo de personas, es empática, muy activa, increíblemente meticulosa”, la describe como Joseluis Samaniego, exdirector de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos de la CEPAL y de Bárcena. amigo. Los dos se conocieron en la década de 1990 y desde entonces han trabajado para lograr una “América Latina mejor, más sostenible, más igualitaria”.
Samaniego asegura que Bárcena siempre ha estado comprometida con la paridad de género, la inclusión social, la erradicación de la discriminación y la lucha contra las desigualdades. Su tendencia más progresista la ha llevado a tener roces con líderes de derecha. Entre las cosas que han sido criticadas a lo largo de su carrera está su cercanía con los líderes autoritarios. El año pasado, cuando empezó a sonar el nombre de la mexicana para la presidencia del BID, representantes del Partido Republicano de Estados Unidos la acusaron de ser “simpatizante del comunismo”. El fondo de las acusaciones fueron unos dichos positivos que el ex titular de la CEPAL había tenido sobre los presidentes Fidel Castro y Hugo Chávez.
No todo el mundo se ha comunicado siempre con ella. Pero sus compañeros señalan que su estrategia siempre fue mantener el diálogo con quienes se oponían a sus ideas y no aislar a nadie. “El trato que dio a los países, la atención y dedicación que dio a las solicitudes de los países siempre fueron muy países tanto pequeños y grandes y de cualquier alineamiento político son importantes para ella”, dijo a este diario un ex compañero de trabajo suyo en octubre pasado.
La elección de Bárcena ha provocado una amplia aprobación en México. No solo personalidades del Ejecutivo y del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) celebraron su designación, como la jefa de Gobierno de la Ciudad, Claudia Sheinbaum, o el mismo Ebrard. También han celebrado su nombramiento figuras de la oposición, como la senadora priísta Claudia Ruiz Massieu; la exembajadora de México en Estados Unidos, Martha Bárcena, actualmente separada de la Administración de López Obrador; o Rosario Robles, secretaria de Gobierno de Enrique Peña Nieto. Fuera del país, la diplomacia regional también la ha aplaudido.
La futura canciller, que asumirá el cargo en los próximos días, se destacó en su carrera por poner el desarrollo sostenible en la agenda. Entre 2015 y 2018, Bárcena fue artífice del Acuerdo de Escazú, el primer tratado internacional —suscrito por 25 países latinoamericanos— en tener disposiciones específicas para la protección de los defensores ambientales. Sus excompañeras también destacan su obsesión por “evitar el silencio estadístico” sobre las mujeres de la región, “para que la ausencia de datos no genere desigualdad”.
Bárcena se ha llevado bien con muchas de las políticas de López Obrador a lo largo de estos cinco años. En esta línea, ha celebrado algunos de los compromisos del actual Gobierno, como Jóvenes Construyendo Futuro, Sembrando Vida o el mantra que repite el presidente de “primero los pobres”. Este martes, cuando la presidenta dio la noticia en su rueda de prensa, respondió en Twitter elogiando el “proyecto transformador, digno e igualitario de la 4T”. La diplomática, que dejó la política partidaria hace tres décadas, ahora carga con la responsabilidad de llevar a cuestas las relaciones exteriores de México hasta diciembre de 2024. Una recta final de 17 meses que se presentan como una prueba para determinar si, al final, si ha sido una buena opción.
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