Choque de trenes: López Obrador y Germán Larrea llevan sus desencuentros al límite
Andrés Manuel López Obrador y Germán Larrea.
Andrés Manuel López Obrador y Germán Larrea.EPA / CUARTO OSCURO

Un estruendoso choque de trenes se siente estos días en la política mexicana por el enfrentamiento entre el presidente de la República, Andrés Manuel López, en plena popularidad, y el dueño de Grupo México, Germán Larrea, la segunda fortuna del país, amasada con minería del cobre, empresas petroleras y concesiones ferroviarias. Un tramo de vía de 120 kilómetros entre Coatzacoalcos y Medias Aguas (Veracruz), en manos de Larrea, se ha interpuesto en el proyecto ferroviario del Gobierno que atraviesa el Istmo y el presidente ha enviado al Ejército a vigilar el paso de los trenes de mercancías y continuar los trabajos. Cuando parecía que se iba a llegar a un acuerdo, el rey del cobre pidió 9.500 millones de pesos (528 millones de dólares) como compensación por el uso del tramo y un decreto lo detuvo: ahora la obra ha sido declarada de “interés público” y “seguridad nacional”. Las negociaciones han continuado entre ambos titanes y se habla, a pesar de los desencuentros iniciales, de un acuerdo económico de última hora del que este miércoles se darán detalles. Pese a haber mantenido bajo llave su vida privada, El poder de Larrea no es desconocido para nadie, el del presidente tampoco.

La fortuna de Larrea, estimada en unos 28.000 millones de dólares, se entrelaza con la vida política de varios presidentes mexicanos y algunas tragedias en la industria minera. Era el principal concesionario de los ferrocarriles cuando Ernesto Zedillo privatizó ese servicio en su mandato, de 1994 a 2000, lo que dejó al país sin trenes de pasajeros, pero no de carga. El nombre del empresario, dueño de la cantera, volvió a salir a la luz en 2006 con la explosión de Pasta de Conchos, en Nueva Rosita, que sepultó para siempre a 63 mineros y dejó numerosas víctimas. El mayor desastre ambiental ocurrido en México ocurrió en el gobierno de Peña Nieto, cuando la actividad minera de Larrea en Buenavista del Cobre envenenó 40,000 metros cúbicos de agua en los ríos Bacanuchi y Sonora, en el estado del mismo nombre. 254 kilómetros líquidos infectados con ácido sulfúrico que afectaron el abastecimiento, cultivos y ganado de 22.000 personas. Más del 95% de la población analizada tiene plomo en la sangre; 50% arsénico y 79% cadmio, según informes médicos. Hasta ese derrame, solo circulaba una foto borrosa en blanco y negro del rey del cobre. Peña Nieto publicó una imagen a todo color del magnate cuando los dos se saludaron por un par de minutos. El misterio de ese hombre robusto de cabello rubio y anteojos de metal fue revelado al común de los mortales.

El presidente López Obrador no olvida ninguno de estos hechos que le antecedieron, los ha sacado a relucir de vez en cuando, pues si bien ha pasado el tiempo, ha tenido que lidiar con algunos de ellos como parte de sus promesas de campaña presidencial. Y aunque repite que la venganza no es su fuerte, su rencor suele revolverse como la bilis. Las piedras que tuvo que sortear en el camino a la presidencia resuenan recurrentemente en su cabeza, desde el ámbito político y económico. Este último incluye la carta que Germán Larrea envió a sus 50.000 empleados, y a todo el que quisiera leerla, el 25 de mayo de 2018, meses antes de que Morena arrasara en las elecciones. En él, mostró su preocupación por las propuestas de “nacionalización de empresas” y por la derogación de las reformas energética y educativa del peñismo. “Ideas que supondrían retroceder décadas y volver a un modelo que no ha funcionado en países como Venezuela, Cuba o la Unión Soviética”, un “modelo populista”, dijo, que traería desinversión y afectaría el empleo y la economía. Intimidó a los empleados con el futuro de sus familias, así como a los miles de proveedores y accionistas, y les pidió que salieran a votar “inteligentemente ya conciencia”.

Los augurios empresariales no pudieron con el tsunami morenista y, con el tiempo, las vidas de Larrea y López Obrador volvieron a cruzarse. El presidente adjudicó un tramo ferroviario de 67 kilómetros en su ruta más emblemática, la que atraviesa territorio maya, al empresario por 17.815 millones de pesos, pero 17 meses después el Gobierno dio por terminada la colaboración y los militares se hicieron cargo del proyecto. proyecto. Larrea interpuso una demanda en los tribunales para exigir una compensación por los recursos utilizados hasta la fecha y el presidente lo acusó de incumplimiento de contrato. Este martes, López Obrador recordó en la mañana que hay un grupo de personas y sus abogados determinaron que no se cumplen los tiempos prometidos para inaugurar el Tren Maya. Una especie de conspiración, viene a decir.

Por esas mismas fechas en que se desató nuevamente la titánica lucha, el hombre más rico de México, Carlos Slim, se salió de la compra de Banamex, el cuarto banco más grande de México por activos, y dejó que la contienda la libraran dos postores. , el presidente del banco Mifel, Daniel Becker, y Germán Larrea, quien también es conocido por ser el dueño de Cinemex. Lara otra vez. López Obrador no había ocultado su preferencia por Slim, su empresario de cabecera, con quien ha cerrado acuerdos que también derivaron de tragedias, como el colapso de la Línea 12 del metro en la Ciudad de México. Slim se hizo cargo de la reparación e indemnización a las víctimas. Respecto a Banamex, el presidente expuso sus condiciones: que el comprador sea mexicano, que esté al corriente de impuestos y que se haga cargo de los 30,000 puestos de trabajo del banco estadounidense. Larrea podría cumplirlos. Nada que objetar. Las negociaciones continuaron.

El choque de trenes de los últimos días parecía haber puesto todo patas arriba, aunque algunos creen que Banamex no tiene nada que ver. Y en cuanto al Istmo, fuentes cercanas a las negociaciones, según publicó Milenio, han informado que se ha llegado a un acuerdo tras una buena reunión entre las partes, punto que aún no ha sido confirmado por Grupo México. Horas antes, el mandatario había asegurado que lo ocurrido con Ferrosur en el Istmo “no es una expropiación”, sino una devolución al Estado de lo que le pertenece. Y ha estado dispuesto a pagar “precios de mercado” para deshacer la vieja concesión. Pero esos 9.500 millones de pesos… “Eso ya no se puede, ni siquiera es un precio justo, sino un abuso”. A pesar del ruido, las negociaciones parecen haber llegado a buen puerto.

Banamex se plantó en este asunto como elemento de negociación. “No es una demanda contra Germán Larrea”, había asegurado el presidente hace unas horas, pero no dejaba de guiñar un ojo a la posible compra de la entidad financiera por parte del Estado con participación privada si el magnate se retiraba. “La gente de México estaría interesada en tener acciones, y no hay pérdidas, porque es un negocio redondo. ¿Sabes cuánto ganaron los bancos el año pasado? 240.000 millones de pesos”, soltó en Palacio Nacional. Pero en las trincheras del magnate minero nada se ha dicho de abandonar el compromiso con Banamex.

Los militares continúan resguardando el tramo ferroviario de Medias Aguas a Coatzacoalcos mientras las empresas del rey del cobre han caído 3.200 millones de dólares en valor de mercado y el empresario acumula pérdidas por 1.830 millones de dólares. “No es nada personal”, dice López Obrador.

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