
Algunos lo describen como un precipicio, otros como el principio del fin. El histórico Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México enfrenta el mayor desafío que ha tenido en los últimos años: sobrevivir a su enésima crisis. Cientos de militantes, líderes regionales y políticos con cargos abandonaron en los últimos días las filas de la formación tricolor, “el partido de sus vidas”, como lo han calificado. Muchos lo han hecho “con mucho dolor” por dejar una institución en la que crecieron no solo ellos, sino también sus padres y abuelos. Los que se han ido, antes de cerrar la puerta, han señalado con el dedo a su mayor verdugo, el líder nacional del PRI, Alejandro alito Oscuro. Los que se han quedado han optado por bajar la mirada y apelar a la lealtad del jefe. Solo unos pocos entre sus filas todavía se atreven a calificar esta como la peor y más profunda crisis que ha tenido el partido en sus casi 100 años de historia.
El último portazo lo dieron esta semana unas 320 personas, encabezadas por cuatro senadores, entre ellos Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación en el sexenio de Enrique Peña Nieto. Un personaje que salió del PRI después de defender la bandera por más de 30 años. Con él dejaron otras figuras que la política mexicana nunca imaginó fuera de la tricolor, como Eruviel Ávila, el exgobernador del Estado de México, entidad que lo erigió dentro de la formación; o la senadora Claudia Ruiz Massieu, quien lideró el partido al igual que lo hizo su padre, José Francisco Ruiz Massieu, en la década de 1990. El pasado fin de semana también partieron unos 150 militantes del estado de Hidalgo, uno de los bastiones históricos. La respuesta a la renuncia masiva fue la ira. Moreno arremetió contra el personal saliente por “no tener vergüenza” y dijo que tiraría las renuncias a la basura.
La enésima crisis del PRI comenzó a gestarse en 2019, tras la designación del exgobernador de Campeche al frente de la dirigencia. Los priistas de la vieja guardia cuentan a este diario cómo, luego de asumir el cargo, Moreno comenzó a acumular funciones y amasar poder. “Cuando Alito asumió la presidencia, advertí que era la crónica de una muerte anunciada”, dice Francisco Labastida, exdirigente priísta y candidato presidencial en 2000.
La acumulación de poder ocurrió al mismo tiempo que la tricolor enfrentaba una serie de pésimos resultados en las urnas. En las elecciones de 2021 perdió representación en ambas Cámaras del Congreso y fue derrotado en las 15 elecciones para gobernador. Al año siguiente, solo retuvo un gobierno estatal, Durango, de los seis que resultaron electos. En junio pasado ocupó Coahuila, pero perdió su bastión histórico, el Estado de México.

Los malos números empujaron a nueve expresidentes priístas a enviar una carta a Moreno pidiéndole que “reflexione” sobre el “momento especialmente delicado” que atraviesa el partido. La vieja guardia priísta se movilizó y comenzó a presionar por su liberación. Alito respondió atrincherándose y esquivando los dardos lanzados por los líderes históricos del partido.
Las derrotas se sumaron a los escándalos que protagonizó el presidente del partido. La Fiscalía General de la República anunció entonces que lo investigaba por enriquecimiento ilícito, defraudación fiscal, tráfico de influencias, lavado de dinero y desvío de fondos. Luego vino el puerta de audiouna filtración de varias conversaciones privadas en las que insultó a la prensa, se jactó de presionar a los empresarios y adelantó sus artimañas para alargar su presidencia hasta las elecciones de 2024.
En el antiguo PRI, la cercanía que mostró la dirigencia en este sexenio con el gobernante Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha levantado un salpullido. Bajo el mando de Alito, el PRI fue clave para que el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador llevara a cabo reformas prioritarias en su Administración. Esa proximidad llegó a hacer peligrar la alianza con los socios opositores, los mismos con los que el próximo año buscará ganar las elecciones presidenciales.

“Lo que ha pasado con el PRI desde 2020 ha sido un proceso de concentración de poder que ha empobrecido la vida interna del partido”, dice Dulce María Sauri, exdirigente de la tricolor. El exgobernador de Yucatán también recuerda y no recuerda ninguna crisis similar a la que hoy atraviesa el partido. Lo único que me viene a la mente es la fractura que le provocaron Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo en 1987, cuando se separaron y abandonaron el partido. “La situación actual se puede minimizar, se puede ridiculizar, pero eso no ayuda en nada. Lo mínimo que haría si fuera la dirigencia sería preocuparme”, dice Sauri.
El círculo de Moreno ha defendido la idea de que “los viejos se van” y que eso abre la puerta a una nueva generación supuestamente menos marcada por la corrupción. “Los que hoy se van del PRI lo hacen porque saben que en este partido se acabaron los militantes de primera y de segunda, y se acabó darle espacio a los que chantajean y nunca trabajan para la militancia. El PRI ya no será de los que solo buscan el cargo y se sienten intocables”, dijo Alito en un video esta semana. La respuesta ha generado mucho rechazo entre los que quedan, quienes ven el gran problema en la falta de autoconfianza. crítica.“La dirigencia está cayendo en la soberbia”, denuncia Sauri.
El diagnóstico de algunos priístas señala que el mayor problema del PRI es la pérdida de poder territorial. Ese declive ha quedado retratado en el mapa político de México, que en los últimos 10 años se ha pintado de guinda, el color de Morena, y ha reducido la tricolor a solo dos estados. El daño también se registra en lo que Sauri llama “migración silenciosa”, que es el abandono de militantes que prefieren irse a otros partidos. “Me preocupa el desánimo del PRI en los municipios, en los Estados, en lugares donde hoy el PRI sigue activo”, dice el exdirigente.

No es el único que pone el ojo en las salidas que no llegan a la prensa. “Tal vez no sean renuncias formales, pero muchos se van a ir a otros partidos”, advierte el analista político Guillermo Sesma. Cuando habla, piensa en exgobernadores, exalcaldes y líderes locales que históricamente le han dado fuerza territorial al PRI. “Estas estructuras no son de Alito, se las llevan”, dice. La cuestión clave para Sesma radica en la fuerza que tendrá la tricolor dentro de la alianza Va por México, en la que se disputa el poder con el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD). “¿Cómo entra el PRI a negociar con todas estas renuncias en la mano? ¿Qué tiene para ofrecer?
Cada vez más voces priistas reconocen que la difícil situación tiene una explicación en la falta de autocrítica. Labastida la llama “la crisis de los errores y los excesos”, que se gestó, creció y estalló porque hacía años que no hacían lo que tenían que hacer: “Meter a la cárcel a los que robaban”.
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