Me imagino la larga noche de cientos de migrantes como sombras hundiéndose lentamente en la eternidad del mar Mediterráneo y la noche que nació al amanecer en el momento de la implosión donde una quinta parte de los millonarios se desvaneció en la oscuridad total del océano Atlántico, un siglo después el inmenso barco hundido que pretendían visitar se ha partido en dos… ricos y pobres remando en la larga noche bajo el infinito terciopelo de los diamantes.
Me imagino la noche del joven que hoy llega a las páginas finales de una novela que lo había hecho viajar en el tiempo todas las noches durante las últimas semanas y la noche en vela de la mujer que espera algo oa alguien. Imagino la noche de millones de niños que logran dormir lejos de tanta marea y la misma noche de siempre para millones de niñas que no pueden dormir por el hambre y el odio; la noche interminable del pianista y la prostituta, la noche sin luna del poema anónimo y la medianoche de un tren tardío.
La noche imaginada en un cuento que termina en un pasillo oscuro de una biblioteca decimonónica, evidentemente al borde del amanecer, y la noche palpable en la que dos afectos inseparables se despiden para siempre. Imagine la primera noche del recién nacido y la última noche en la unidad de cuidados intensivos, la madrugada en el hogar de ancianos y la noche en la única ambulancia del mundo sin ninguna emergencia a la vista. La noche de todas las películas de insomnio y la conversación entre sonámbulos a medio mundo de distancia.
Sueño con la noche profunda que sólo se visita con escafandra para el alma y esa noche, la que ya conoces, en que hablamos hasta el amanecer de estos mismos párrafos a mano y con tinta morada. Sueño la noche que soñé noches inexistentes con nostalgia inventada y la primera noche tuvimos que dormir sabiendo que alguien ya no habitará al día siguiente.
Celebro la noche más larga de cada año, la hoguera de San Juan y sus llamas que han de quemar todo lo que desechamos a partir de hoy, pero sobre todo celebro la noche larga con la que mi madre llega a los noventa y cuatro años. todas sus hermosas vidas, emergieron del bosque de su amnesia para recordar meticulosamente cada nombre y cada número como la espuma de todas las olas que lentamente la mantienen a flote para felicidad de quienes la aman por haberla visto, conocido o leído en el lámina interminable de mar inmenso… mar infinito que nunca deja de llamarse Vida.
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