“Juego de niños”: Francis Alÿs convierte el MUAC en un espacio de juegos para niños

Jugar puede convertirse en un acto político y de rebeldía, aunque los que juegan —los niños— no lo entiendan así. Lo demuestra uno de los vídeos que recoge juego de niños, la exposición que el artista de origen belga Francis Alÿs presenta en el Museo Universitario de Arte Moderno (MUAC). En el video un grupo de niños y jóvenes juegan a la pelota. Van vestidos con shorts y algunos con camisetas de sus equipos de fútbol favoritos. Se ríen, sudan, discuten. Nada fuera de lo común. Lo anormal es que la escena transcurre en Mosul, ciudad que en el momento de la grabación había sido liberada de las garras del Estado Islámico, esos monstruos que pueden truncar el sueño apacible de cualquier niño en una pesadilla. El los chicos juegan divierten en medio de las ruinas, en una calle polvorienta que es el escenario de la tragedia que han vivido. Interrumpen su juego por un momento cuando un tanque pasa por la calle custodiando varios autos oficiales, pero el juego llega a su fin cuando las balas devuelven a los jóvenes a su realidad: todos se esconden y el fútbol deja de alegrar ese barrio primero destruido. por el fanatismo del odio y luego por la guerra. El video termina con un siniestro recordatorio: 13 niños fueron ejecutados públicamente en Mosul por ISIS cuando fueron sorprendidos viendo un partido de fútbol entre Irak y Jordania. “El espacio de juego es también una forma de supervivencia”, dice Alÿs.

La mayoría de los adultos recuerdan con nostalgia aquellos momentos de ocio en la infancia, cuando después de hacer los deberes o cumplir con las fatigosas obligaciones del hogar, salían a vagar por el campo, si vivían en zonas rurales, o a juntarse con la pandilla entre los turbas ciudades de cemento. El Exposición Alÿs Es un viaje por esos maravillosos momentos de inocencia y concentración, pero tan serios para quienes lo juegan, con sus códigos y reglas hechas para ser respetadas. Están los niños que juegan a cantar alrededor de unas sillas y cuando termina la canción deben sentarse rápidamente, porque el que se queda de pie pierde. Los que lanzan piedras al mar con un esfuerzo concentrado para que reboten en hondas. Quien lo logra ríe, grita, aplaude. Las chicas que en una terraza de Hong Kong saltan la cuerda con tanta agilidad que parecen gimnastas olímpicas, y se merecen una medalla de oro. Los muchachos que, en un barrio obrero abandonado de Ciudad Juárez, ciudad devastada por la violencia, se esconden entre las ruinas de las casas, agachándose para sorprender a su oponente y blandiendo el trozo de espejo que portan y que es, en su imaginación , un brillante rayo de luz. Los que en la Ciudad de México juegan el clásico universal de “piedra, papel o tijera”. O los niños de una ciudad de Afganistán que recrean al lobo y al cordero: hacen un círculo, el niño del centro es el cordero y el lobo debe atravesar el cerco de brazos y manos de los niños para apoderarse de su presa.

Francis Alÿs en la colonia Roma, en la Ciudad de México.
Francis Alÿs en la colonia Roma, en la Ciudad de México.Aggi Garduño

La exposición de Alÿs presenta juegos que pueden parecer exóticos, pero que tienen profundas raíces en el pasado agrario de la humanidad. Este es el caso de Kisolo, que el artista grabó en Tabacongo, República Democrática del Congo. Consiste en un grupo de niños que abren agujeros en la tierra agrietada e introducen piedras. Las manos pequeñas deben distribuir rápidamente las piedras entre los agujeros y gana el jugador que ha logrado capturar todas las piedras pequeñas. Con este tipo de grabaciones, Alÿs ha logrado crear un valioso archivo que documenta juegos que se han perdido en pueblos y ciudades por el avance de la modernidad: las ciudades se llenan de carreteras y nuevas construcciones de hormigón; las zonas rurales se están despoblando; los niños se sienten cada vez más atraídos por la tecnología y los videojuegos. “Documento un momento de transición para los niños, que ahora están pasando a otras formas de comunicación”, cuenta Alÿs a EL PAÍS.

Su trabajo de documentación comenzó en 1999, cuando grabó el video de un niño pateando una botella de plástico lleno de un líquido negruzco. El niño avanza por una calle con mucha pendiente en un barrio mexicano, patea la botella hacia adelante, con la intención de dejarla al final de la calle. En un momento, un perro secuestra el juguete improvisado, pero el niño no se da por vencido, hasta que la botella rebota y cae por la pendiente con un fuerte golpe. Fin del juego. Aquel niño ya es adulto y padre, pero su juego ha quedado grabado como un recordatorio de cómo cualquier espacio urbano era un buen terreno para jugar. “Los juegos de calle están desapareciendo”, advierte el artista.

Alÿs cuenta que la idea de convertir la grabación de juegos infantiles en un trabajo sistemático comenzó cuando estaba produciendo una obra en Tánger, en Marruecos. Vio a un grupo de niños tirando piedras a la superficie del mar para que rebotaran. Esa imagen se le quedó grabada porque él mismo jugaba así cuando era niño. “La acción de los niños tuvo un efecto inmediato en la obra que Alÿs estaba produciendo en ese momento”, escribe Cuauhtémoc Medina, comisario de la exposición, en el prólogo del catálogo que acompaña a la muestra. “Los niños parecían estar tratando de hacer que esos guijarros cruzaran el mar y llegaran a la costa de Europa, que se veía desde la playa… Fue entonces cuando Alÿs se dio cuenta de repente del papel que habían jugado los juegos infantiles en su visión del mundo. mundo y el potencial que su forma representaba para su práctica artística”, explica Medina.

'Juego de niños #29: La roue (la rueda)' en Lubumbashi, República Democrática del Congo en 2021.
‘Juego de niños #29: La roue (la rueda)’ en Lubumbashi, República Democrática del Congo en 2021.
Aggi Garduño

Desde entonces, el artista ha viajado por medio mundo documentando juegos y risas. Niños rebosantes de alegría en la nieve o sobre una roca en llamas; los que en pequeños espacios urbanos aprovechan su imaginación para volar en juegos comunes; aquellos que, a pesar del horror de la guerra, se ríen para evitar que el lobo feroz se coma a las ovejas que protegen. “Los juegos terminaron siendo una forma de hacer contacto con una comunidad, con una cultura, un lugar al que no pertenecía”, dice Alÿs.

Las salas del MUAC que aglutinan la exposición invitan al visitante a un recorrido multimedia por el mundo. Un espectacular viaje presentado en pantallas gigantes donde niños mexicanos, africanos, europeos y asiáticos muestran sus habilidades con todo tipo de juegos. Las salas se llenan de risas y esa risa produce nostalgia y alegría en el espectador. Es como volver al pasado, al lado de la pandilla, cuando las horas pasaban sin descanso jugando a las canicas, al escondite, saltando a la cuerda o pateando una pelota. Este espacio de juego en el que se ha convertido el MUAC estará disponible para adultos y jóvenes hasta septiembre. “Es un homenaje al poder de la resiliencia, la resistencia y el ingenio de los niños frente al absurdo”, dice la artista. “Esta exposición es un paseo por un universo de juegos. La mente se acelera cuando lo atraviesas”, añade. ¿Y por qué los niños se dejan grabar tan fácilmente? “Porque me tomo el juego muy en serio”, dice Alÿs. “Termino jugando con ellos y por eso los niños me toman en serio”, concluye.

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