Hace exactamente ocho años Jorge Sánchez ingresó a la morgue de Jalapa, Veracruz, para reconocer a su padre. “Su piel lacerada y sus extremidades cortadas de él. ‘Cortes perfectos’ expresó con admiración el perito forense. Para él era un bulto más y se maravilló de la perfección del trabajo de los criminales. Llevaba 22 días buscándolo sin descanso. En una conferencia apenas unos días antes, el fiscal de Veracruz había dicho que ya sabían dónde lo tenían, que lo iban a devolver con vida, pero “algo golpeado de todos modos”, dijo el funcionario. Jorge no pudo identificar el cuerpo de su padre ese día, estaba descompuesto, roto. El asesinato de Moisés Sánchez —periodista, activista, taxista— representa la era del terror del Gobierno de Javier Duarte en Veracruz, su caso ilustra la maquinaria bien engrasada entre el Estado y los grupos criminales para aplastar voces incómodas. Desde entonces han fallecido otros dos gobernadores y un presidente, pero el crimen continúa en la impunidad. El presunto autor intelectual de la muerte de Sánchez está prófugo y no se sabe nada sobre los materiales. Hace ocho años Jorge salió de esa morgue para empezar a pedir justicia.
Moisés Sánchez fue sacado de su casa a las 18:50 horas del 2 de enero de 2015. Una caravana de cinco vehículos —Jorge repite fielmente los colores: dos blancos, uno rojo, uno oscuro y una camioneta negra, en la que metieron a su padre —estacionado en la entrada de su casa en Medellín de Bravo, una localidad de 2.500 habitantes que forma parte del conurbano de Puerto de Veracruz. Entraron seis hombres, otros tantos —no sabe cuántos— se quedaron afuera mirando. Estaban armados, le preguntaron a su esposa ya sus nietecitos por Moisés. Lo encontraron en lo alto de la casa: estaba dormido, vestía pantalón de mezclilla, sin zapatos ni camisa. Se lo llevaron junto con su cámara, su teléfono móvil y su computadora. Solo atinó a decir: “No le hagan daño a mi familia”.
Sánchez, que tenía 49 años cuando lo mataron, era un referente en Medellín. él se había vuelto La Union, el pequeño periódico comunitario que distribuía gratis, bajo el azote del gobierno municipal. Allí denunció con precisión y terquedad cada barrio que se quedó sin luz, cada falla en el sistema de agua, cada abuso de autoridad. Los vecinos lo reconocieron y confiaron en él. Escribió la información y pagó el precio de imprimirla. Para mantener la publicación trabajaba como taxista, antes había sido taquero, albañil, verdulero, cartero y carnicero. Cuando la economía estaba peor, publicaba el periódico cada 15 días o una vez al mes, pero siempre salía. “Tenía un pequeño parlante que a veces colocaba afuera de su casa y transmitía las noticias”, recuerda el fotoperiodista Félix Márquez, “no buscaba obtener recursos, ni estaba ligado por intereses políticos, le interesaba el bienestar de su comunidad”. .
Cuando la inseguridad cubría la zona, Sánchez también se dedicaba a hacer de enlace con periodistas del Puerto de Veracruz y Boca del Río, acostumbrados a cubrir fuentes económicas y políticas. “Era un referente, era de los pocos periodistas que había”, dice Márquez. En diciembre de 2014, Moisés formó parte de unas reuniones con los vecinos para crear grupos de vigilancia, una especie de autodefensas, palabra que está prohibida dentro del gobierno de Duarte. Los cuerpos de seguridad acudieron a la zona para desmantelar la idea, dieron a los vecinos unos números de emergencia para llamar en caso de riesgo. En ese momento, Moisés Sánchez recibió las amenazas: el entonces alcalde de Medellín de Bravo, Omar Cruz Reyes, había dicho que era hora de asustarlo. Tres días después, el periodista es secuestrado. Los vecinos llamaron a todos los números de emergencia, nadie respondió.
Jorge Sánchez pidió nombres que hoy forman parte de la oscuridad de la historia mexicana para que lo ayuden a encontrar a su padre: el fiscal de Veracruz Luis Ángel Bravo —acusado de desaparición forzada—, el gobernador Javier Duarte —ahora preso por desaparición forzada—, al abogado Jesús Murillo Karam – hoy encarcelado por tortura y desaparición forzada. Con todos se reunió y todos le aseguraron que iban a “usar todo el aparato del Estado” para localizar con vida a Moisés Sánchez. El coordinador de la Defensa del Artículo 19, Luis Knapp, identifica en esos momentos iniciales la primera omisión de las autoridades: “fue llevado por sujetos armados y no hubo búsqueda inmediata, no se desplegó ningún operativo para encontrarlo. Actualmente hay dos policías municipales condenados por omitir su trabajo. Pero hemos encontrado reportes de que más autoridades sabían lo que iba a pasar y tenían orden de no hacer nada”.
En esos días de enero, la policía detuvo accidentalmente a Clemente Noé, un ex policía que ahora formaba parte de una identificación criminal, por exceso de velocidad. En su confesión, Noé le dijo al alcalde Cruz Reyes que diera la orden de matarlo, reconoció que había estado afuera de la casa del periodista cuando fue secuestrado, enumeró cinco apodos de otros sicarios que habían participado en el crimen y ubicó dónde los habían arrojaron sus armas. restos. Cuando los análisis comprobaron que ese cuerpo era efectivamente el de Moisés, Cruz Reyes ya se había dado a la fuga. Hasta el día de hoy sigue prófugo. “Sabemos más o menos en qué zona está. Si lo hubieran querido parar ya lo habrían hecho”, espeta Jorge Sánchez. También detuvieron a uno de sus guardaespaldas —a quien liberaron meses después— y sentenciaron a dos policías municipales que se encontraban a dos cuadras de la casa de Moisés cuando se lo llevaron. Se pusieron a cubierto y su caso debería resolverse pronto.
Sobre Noé se emitió un dictamen de que había sido torturado para obtener la confesión. “Eso complica aún más la búsqueda de justicia, porque no sabemos si dijo la verdad o si le hicieron leer un guión. Lo poco que había avanzado, se empieza a desmoronar. Podría salir libre por tortura, porque es una ilegalidad muy grave”, dice frustrado Knapp, quien sigue el caso desde 2015. Ya van 35 tomos investigativos, miles de folios, entre la Fiscalía de Veracruz y la Fiscalía Especial. Oficina de Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE) —a la que tuvieron que obligar por la vía judicial para atraer el caso de Moisés—, pero la mayoría, dice el abogado, “son paja”. Solo han llenado el expediente con diligencias fallidas”, dice Knapp, quien critica que ni siquiera buscan al exalcalde señalado como autor intelectual: “Es una pena”. Esta semana, Artículo 19 ha presentado el asesinato de Moisés ante el Comité Interamericano de Derechos Humanos para que sea analizado desde la perspectiva del derecho internacional.
Durante estos años, Jorge Sánchez y su familia han buscado justicia en todas las comisiones de ayuda a las víctimas estatales y federales, han viajado al Parlamento Europeo en Bruselas para presentar su caso, han narrado los hechos a cientos de agentes y fiscales, han manifestado todos los años ante las instituciones veracruzanas, pero después de ocho años, todo sigue como al principio. El actual gobernador de Veracruz, el morenista Cuitláhuac García, prometió a las familias escuchar sus casos para avanzar en las investigaciones: “Dos años después de que se fue no ha recibido a nadie”, dice Sánchez, quien señala que pasa lo mismo con cada gobernador: “Una vez que llegan al poder se olvidan de todo”.
Este martes, Día Internacional del Periodista, Sánchez se presentó en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador con una simple pregunta: “¿Cuánto más tienen que esperar las familias de los periodistas asesinados para que se haga justicia?”. El presidente ha evitado dar una respuesta concreta: “Habrá justicia, siempre, y la justicia puede tardar pero llega cuando hay voluntad”. El presidente tampoco ha aceptado una reunión con las familias de los periodistas asesinados, como le ha pedido en directo Jorge, pero le ha ordenado que vuelva a la conferencia este jueves porque también está la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, para manifestar la situación. Incansable, Sánchez ha decidido esperar en la ciudad para volver a acudir por la mañana.
Rubén, Víctor, Juan, Misael, Miguel Ángel
Ahora tiene 37 años, ocho años de lucha inquebrantable a sus espaldas, y la voz de Jorge Sánchez solo se quiebra cuando habla de los otros que también fueron asesinados: Rubén Espinosa, el fotoperiodista y amigo que llevó la foto de Moisés durante meses para pedir la justicia y quien tiene que traer la suya ahora, luego de que también fuera asesinado en 2015 en el famoso crimen de Narvarte; Yazmín López, quien tuvo que limpiar la sangre de su padre Miguel Ángel, su hermano Misael, ambos periodistas, y su madre luego de que fueran asesinados en 2011 en su propia casa; el de la esposa de Víctor Báez, quien se despidió de su esposo y lo volvió a ver cuando su cuerpo llegó a la morgue donde trabajaba como perito; la de Juan Mendoza que reveló desde su portal escribiendo la verdad que políticos priístas utilizaban casas de seguridad de Los Zetas para actos de campaña y que encontraron en junio de 2015 tirado en una carretera y de quien la policía dijo haberlo atropellado, con las manos atadas y una venda en los ojos. En el sexenio de terror de Javier Duarte fueron asesinados 18 periodistas veracruzanos, en total 31 para 2022 y la impunidad es total. México se ha convertido en el país más mortífero para la prensa, Artículo 19 ha documentado 157 asesinatos de periodistas desde el año 2000.
La Union se sigue publicando. Sobre el papel de forma más irregular, pero en la web, Jorge Sánchez actualiza el diario que creó su padre prácticamente todos los días, lo que lleva su tiempo para bajar la calidad de las imágenes para que los servidores no se saturen tan rápido. Dejó su trabajo en una imprenta para dedicarse al periodismo que aprendió de Moisés. Junto a otras 12 familias de periodistas, también ha creado la Red por la Memoria y la Lucha de los Periodistas Asesinados y Desaparecidos, para apoyarse mutuamente e impulsar más avances. “Es increíble que haya pasado todo esto y que ninguna autoridad haya hecho nada, que hayamos tenido que reunirnos y presionar. Por muy raquítica y deficiente que sea la investigación de mi padre, es porque la estábamos empujando”, dice cansado Jorge Sánchez.
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