Marcelo, candidato de la oposición

“No me gusta especular, la política es la realidad. Lo que vale en política es poder modificar la realidad. Ese es un sentimiento muy fuerte”. Quien dice lo anterior es Marcelo Ebrard Casaubon, el secretario de Relaciones Exteriores de Andrés Manuel López Obrador, quien se declara dispuesto a modificar una realidad que muchos pronostican contraria a su deseo de ser quien consolide lo que Fue iniciado por el actual presidente de la República.

Esas palabras son parte de su libro. El Camino de Méxicoque fue publicado bajo el sello Aguilar hace dos meses, justo cuando la carrera sucesoria dentro del oficialismo cobraba impulso y un ánimo que amenazaba la ambición del todavía canciller de convertirse en el próximo presidente.

El volumen de 315 páginas es un relato entretenido y, como era de esperar dado el propósito de estos libros de propaganda, un relato de autovaloración de la carrera política de uno de los pesos pesados, quizás el único, en el gabinete de López Obrador.

Después de leer el libro, se puede concluir que lo raro es que Ebrard esté o siga con Andrés Manuel. O, dicho de otro modo, que sus posibilidades de ser destapado son pocas ya que, justo cuando se publicó esta biografía, AMLO advirtió que en 2024 no admitirá zigzags ni moderación.

Él momento de la aparición de esta memoria política, con entretenidos pasajes familiares al autor, representa un reto de esos que dice gustar a Marcelo, una adversidad más que tendrá que superar si quiere convencer al lopezobradorismo y al presidente de que él es el buen chico . Convencer a AMLO oa la oposición.

Cuando apareció el libro, el canciller sin duda anotó un punto frente a las demás personas que realmente tienen posibilidades de recibir la candidatura presidencial de AMLO. Ni Claudia Sheinbaum ni Adán Augusto López han publicado un recuerdo similar y difícilmente tienen un recorrido similar.

Marcelo comienza con un homenaje a su abuela paterna, quien lo nutrió con charlas sobre historia y literatura, y de quien extrajo una especie de filosofía antimaquiavélica: “el fin no puede justificar los medios, son ellos los que determinan el fin y la ética lo hace”. explica y determina todo.

Altos ideales para la gente de la política que tiene que sobrevivir y superar todo tipo de traiciones y asechanzas, o tentaciones y corrupción del sistema mexicano de hacer política.

El texto tiene pasajes dedicados a su mentor Manuel Camacho Solís, y repasa los años en que ambos fueron colaboradores de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, la traición que percibe de Ernesto Zedillo, la aventura de formar un partido político y la alianza duradera que ha forjado con AMLO.

Pero el libro es interesante a la luz de lo que allí se dice y de lo que vendrá en los próximos días. La carrera sucesoria es ya una vorágine, la hora de la definición parece inminente y Ebrard —en el texto y en las afirmaciones sobre el método de Morena— suena cada vez más como un candidato disidente.

La canciller ha hecho un paseo por la cuerda floja digno de un récord Guinness estos cinco años. No es —y algunos así lo creen— el más precipitado a la hora de sacar las sonajas de las bromas presidenciales, pero también pesan su silencio, o su complicidad activa como en el caso migratorio.

Y algo de eso destila el libro de Ebrard. El lector se encontrará aquí y allá con pasajes que o bien contradicen rotundamente el sometimiento que exige AMLO, o bien las propuestas que ejecuta y acata su gabinete.

Es imposible no recordar el bienestar que profesa López Obrador y lo que Marcelo cuenta con orgullo que vivió en El Colegio de México, donde como buen estudiante recibió un estipendio: “No es lo mismo ayuda que salario, porque significaba que tu generaste valor estudiando.”

O, cuando comenzó a incursionar en la política desde muy joven y seguía nada menos que a Jesús Reyes Heroles: “era interesante entender las razones de Reyes Heroles, que proponía legislar a la izquierda, acabar con la guerra sucia, instaurar un sistema republicano. de gobierno (con más transparencia) y lucha por la autonomía electoral. Todo adelantado a su tiempo”.

El libro de Ebrard terminó de imprimirse en marzo de 2023. Y allí pondera un “sistema republicano” y “más transparencia”. cuando vio la luz El Camino de México el Senado estuvo a punto de ser desactivado por Palacio (como antes lo fue San Lázaro) y el INAI ya sufrió el veto de AMLO que lo ha apagado.

En otro capítulo uno cree que está viendo el futuro. Marcelo lo dedica a sus aventuras con Camacho Solís, y por ejemplo un pasaje se titula “Cuando tu virtud es tu sentencia”.

Allí escribe que por el espíritu negociador y dialogante del que fue regente del Distrito Federal “nos llamaron concesionarios”, y concluye que “fue precisamente esa entereza y constancia lo que le costó la candidatura a la presidencia en 1993. “. Su virtud lo condena.

Al mencionar cómo acometieron la reconstrucción de la capital tras el terremoto de 1985, Ebrard destaca que “todo proceso de reconstrucción social requiere conciliar voluntades, marcar tiempos, pasar del paternalismo a la corresponsabilidad de las acciones”.

Sobre quien pasará de mentor y jefe a amigo, quien falleció en 2015, dice que era “un hombre que se había preparado durante años, que había hecho muchos méritos para ser el candidato en 1994”. Y recuerda que cuando fue desplazado pronunció un discurso que incluía esta frase: “No creo que la forma de avanzar en la democracia en México sea polarizando la vida pública a través de rupturas o derrumbes. La democracia debe seguir avanzando”.

Premios al mérito, diálogo y negociación, no operar desde el paternalismo, rechazar la polarización… Parece que Ebrard guardó todos estos años en el armario ese credo camachista que ahora defiende en su libro.

Pero, nuevamente como un equilibrista, Marcelo no expresa ninguna duda sobre el presidente, y deja claro que nadie debe dudar de él tampoco: “todo lo que hemos acordado con Andrés Manuel lo hemos cumplido. Ambos sabemos el valor de la palabra en un entorno tan ambiguo como el de la política. Nunca he traicionado a las personas que me ayudaron. El oportunismo es despreciable”.

El tabasqueño, dice el autor, tiene formación desde el combate social, “mientras que el mío es más desde el Estado. ¿En qué punto se encuentran estos dos perfiles tan diferentes? En un paradigma esencial: la base de la estabilidad del país debe ser la igualdad y el respeto a la democracia. Ambos coincidimos en que no hay manera de mantener un régimen con las desigualdades que tenemos en el país, con la mitad de la población viviendo en la pobreza”.

Además, para zanjar la amarga polémica en la que se acusa a Ebrard de ceder a las presiones de López Obrador en 2011 a pesar de haber tenido mejores números en las encuestas para decidir a un candidato presidencial, reconoce que AMLO tenía una ventaja, aunque fuera marginal. , en la quinta y decisiva cuestión.

Donde el libro empieza a envejecer mal es al asegurar que “Andrés Manuel va a dejar la política”: Ebrard aventuró, al escribir en Navidad, que como alguien que ya lo sucedió en el cargo, sabe que AMLO “ni siquiera sale especial”. solicitudes (como citas), sin comisiones, sin agenda propia”.

López Obrador ya ha declarado que establecerá una serie de tareas para quien lo suceda en el cargo, y que —como todos saben— hará campaña con la idea de obtener mayorías legislativas para lanzar reformas constitucionales en su último mes como presidente. La herencia tiene cerraduras. Y más.

El libro cierra con Marcelo quien imagina un México en una situación inigualable para heredar a las siguientes generaciones un país digno de sus anhelos.

Ebrard entonces vuelve a ser el que algunos añoran. Habla de que “las aulas son el motor”, “aquí los mejores aliados son los docentes”, que hay que subir “el promedio de las universidades del país”, que hay que sacar lo que impide “avanzar en igualdad de oportunidades” para que que no se perpetúen las “desigualdades”, que se incremente “la capacidad recaudatoria del Estado”, se combatan “las distorsiones regulatorias y normativas que encarecen la competencia y dificultan enormemente la movilidad social”.

¿Por qué, se pregunta, prevalecen en todas partes reglas absurdas que dificultan el éxito del propio esfuerzo?

Anuncia que la Guardia Nacional seguirá creciendo, apoya “la reforma del Poder Judicial para cumplir sus propósitos de transparencia y evitar el amedrentamiento de sus miembros por parte de los delincuentes” (nuevamente, parece contradictorio, parte de lo que se busca con condiciones salariales altas, hoy satanizado por AMLO, fue blindar a los operadores de justicia).

En el sexenio en que se ataca al CIDE y a la UNAM, en que se reforma la ley de la ciencia sin escuchar a los científicos, en que se cancelan los fideicomisos de investigación, Marcelo escribe: “no hay una explicación sensata de por qué no tenemos fondos de riesgo para el desarrollo tecnológico o por qué el ecosistema es tan adverso a la innovación. Vamos a cambiarlo”.

Según este Ebrard. La pregunta es, y nada en el texto que publicaste abre esa ventana, si quieres todo eso, que parece chocar más de lo necesario con lo que busca tu presidente, si no es por Morena, ¿podrías ir por la oposición? En general, el programa ya suena a adversario en muchas páginas de este orgulloso hijo del empeño que aspira a cambiar la realidad.

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