Mario Vergara, el buscador de desaparecidos, muere al encontrar fosas clandestinas en Guerrero
Mario Vergara (centro) en el portal del Palacio de Gobierno de Morelos, en noviembre de 2015.
Mario Vergara (centro) en el portal del Palacio de Gobierno de Morelos, en noviembre de 2015.Margarito Pérez Retana

El buscador y activista Mario Vergara, quien se había convertido en un referente para las familias de los desaparecidos en Guerrero, murió este jueves en un accidente laboral en la recicladora donde trabajaba en Huitzuco. Vergara compaginó este trabajo con la incansable búsqueda de su hermano Tomás de él, secuestrado en julio de 2012 en ese municipio. Desde entonces, se ha volcado incansablemente en la búsqueda de pistas sobre él en su estado natal, donde hay 4.090 denuncias de desaparición de las más de 111.000 que acumula México. Su búsqueda lo endureció en la práctica de encontrar fosas clandestinas, huesos y en ocasiones cuerpos de otros desaparecidos en el Estado, como el de la joven Lesly Martínez el pasado martes.

La imagen del activista con la cabeza cubierta con un pañuelo, la mirada aún con un rayo de esperanza y sosteniendo un expediente de persona desaparecida se hizo habitual en los medios. “Soy Mario Vergara y busco a mi hermano Tomás”, así comenzaba siempre sus entrevistas con el reo. Se había unido al colectivo Los Otros de Guerrero para exigir que se abrieran las fosas de Tetelcingo, reflejo del horror en el que está sumido el país. Había más de 100 cuerpos ahí abajo, pero ninguno era el de Tomás. “Su participación en él fue muy importante”, dice el periodista Jaime Luis Brito, quien recuerda a Vergara de entonces como una persona sencilla y directa, alejada de las formalidades. “No tuve tiempo de fingir. Si hablaba con autoridades, las desarmaba muy rápido en la discusión, porque evitaba los eufemismos. Eso no le quitaba la amabilidad, la delicadeza de hablar con la gente”, añade.

La búsqueda de Tomás se amplió en 2014 con el torbellino mediático por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Varias familias se unieron para peinar todos los rincones del Estado en busca de los normalistas, y otras se sumaron al empeño con las fotografías de sus familiares desaparecidos durante años. “Todos parecían concentrados en buscar a los estudiantes de Ayotzinapa, pero las demás víctimas parecían olvidadas”, dice Brito.

Tomás Vergara era taxista cuando fue secuestrado en Huitzuco, y desde entonces su familia asumió el rol del Estado para investigar su paradero ante la indiferencia de las instituciones oficiales. El billar que regentaba Mario se convirtió en centro de operaciones y pronto también en centro de asistencia a familiares de desaparecidos. Como él, habían perdido la fe en las autoridades para encontrar a sus seres queridos y querían cavar la tierra para encontrarlos ellos mismos.

Empezó a recibir llamadas. Nuevos informes de personas vistas por última vez en la zona, pero también informes de lugares sospechosos. Mario se convirtió en un experto en reconocer la tierra removida donde alguien podría haber sido enterrado. También en identificar huesos, pistas y rastros que lo llevarán a encontrar a Tomás. En el camino no encontró a su hermano, pero reportó fosas y fosas donde varias familias encontraron a sus desaparecidos.

El último video que subió Vergara a sus redes sociales fue para notificar el hallazgo de un cuerpo sobre la carretera federal 95, cerca del límite entre Morelos y Guerrero. “Es una joven pelirroja, pantalón de mezclilla azul, camiseta de tirantes verde”, describió la activista ante la cámara. Al día siguiente, la Fiscalía confirmó que se trataba de Lesly Martínez, desaparecida en la Ciudad de México el 30 de abril y presuntamente asesinada a manos de su expareja. “Gracias a la gente que nos ayuda a resucitar a los muertos, gracias a los que nos dan información para encontrarlos”, escribió Vergara en su muro de Facebook al reportar el hallazgo.

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