Matamoros Ejido 20: ‘Matamoros Ejido 20’, una carta de amor a los hombres prohibidos

A través de la violencia, inundados, ignorando el espacio y el tiempo, los hombres bailan. Golpean el suelo polvoriento con sus zapatillas, sonajero en mano, siguiendo una coreografía brutal, de ida y vuelta, de ida y vuelta. No hay tregua en lo común, son hombres en busca del agotamiento, catárticos. Quizás más tarde, alguien tomará las armas. Otros harán lo suyo: atender enfermos, manejar un taxi, mover piezas en la maquila… Pero ahora bailan y no hay lugar para más. Bailar.

comienza así Matamoros Ejido 20ópera prima de la directora mexicana Leonor Maldonado, que se presenta estos días como parte de la programación del Festival de Cine de la UNAM. M20 es una película de bailarines en el lugar más inesperado, un común en las afueras de la ciudad fronteriza, el Ejido 20. Su baile habla por ellos, es tierra, polvo y rudeza. Intensidad. “La primera vez que los vi fue en un video de YouTube hace seis años”, dice Maldonado, “estaban bailando en la calle, frente a un tanque”, agrega.

El tanque es una alegoría: de la violencia cruda, de la vida en la frontera. Frente al vehículo los hombres danzaban mirando al suelo, carne convertida en energía, masa a la velocidad de la luz. “Me conmovió profundamente y me generó esta pregunta: ¿qué viven estos hombres, cuáles son sus historias, con qué alimentan este baile?”. explica el director. “Entonces contacté a Rigo, hablamos por mensajes y videollamadas durante tres meses”. Era el comienzo, año 2017.

Rigo es Rodrigo De la Torre, 42 años, el protagonista de este crisol de masculinidades. Hace 25 años, Rigo, un fronterizo, tomó las danzas guadalupanas, los matlachines, habituales de Tamaulipas, y las convirtió en algo diferente. “Era más duro, más de barrio, más como ellos, pandilleros de un mundo en el que el narcotráfico no existía como hoy”, dice Maldonado. El nuevo baile de Rigo fue sorprendente, incómodo. Inauguró una forma diferente de ser hombres, en un lugar donde cambiar de barrio era complicado. “Al principio”, dice el director, “escondían picahielos en los cascabeles. Por si acaso, cuando iban a bailar a otro barrio, querían pegarles después.

Escena de la película Matamoros 'Ejido 20'.
Escena de la película Matamoros ‘Ejido 20’.CORTESÍA

“¡Inventaron una nueva forma de moverse, sus cuerpos lo necesitaban!” continúa el autor. Su emoción trasciende la energía del baile y apunta a lo que hay detrás, la vida de Rigo y sus amigos en Matamoros, la economía esclavista de las maquilas, la violencia de las industrias ilegales, la omnipresencia del crimen organizado. Maldonado pensó que ese baile agresivo y golpeado podía ser un vehículo para acercarse a ellas, “un pretexto para conocer hombres que no se pueden conocer”, explica. “Fue la oportunidad de acercarme a los lados más sutiles de los hombres etiquetados como malos”, agrega.

Es un punto central del documental, los hombres prohibidos. También es una novedad interesante. En el México de las guerras fantasmagóricas, la cultura confirma y fija. Libros, series y películas en general mapean una realidad insoportable, quizás muestra de una primera etapa interpretativa del fenómeno violento. Los protagonistas son claras víctimas y victimarios, buscadores de tumbas, sicarios. Es por eso M20 Es tan interesante. Sus protagonistas no son ni buenos ni malos. La película en realidad ignora esa pregunta. son personas son complejos

Entonces, la premisa es política. Rigo y los demás son jóvenes, carne de cañón para la violencia fronteriza, la maquila y la maña, la fábrica y el cartel. ¿Es plantear esta dualidad un ejercicio de demagogia? Maldonado parte del núm. Es su postura y baile, la excusa para abordarlo. Todo es violento a su alrededor, desde el niño hasta el anciano. La violencia es contexto, normal. Ante esa normalidad, en la que todos participan de una forma u otra, consciente o inconscientemente, bailan. Y entre baile y baile, la violencia se cuela en conversaciones, bromas, vivencias.

El documental fluye entre el baile y las vivencias de los chicos. Algunos dicen que no entran en el cartel, que no les interesa, sin rodeos. Otros lo plantean como una posibilidad, apartada a la fuerza de la noción urbanita —y moralista— del bien y del mal. “A diferencia de la maquila, el cartel les da la oportunidad de crecer. La maquila es un lugar donde no aprenden nada, esto de la mecánica, 12 horas al día, todos los días de tu vida. No es para justificar nada, pero…”.

Maldonado insiste. “También hay hombres a los que les gusta el peligro, la violencia. ¡Claro que existen! Y también los que se incorporan por necesidad económica. No es que digamos, ‘ah, son todos muy bonitos’. No, pero estoy harta de que a todo el mundo lo etiqueten como la misma persona, el sociópata, retratado en toda la serie”, argumenta.

M20 Funciona así como un ejercicio amoral de narrativa, donde prima el interés por comprender, por saber más, por abrazar la complejidad. “Con Tati hablamos mucho de acercarnos desde el punto de vista amoroso”, dice refiriéndose a Tatiana Graullera, productora. “Estábamos interesados ​​en saber cuán amorosos eran estos hombres. Ya sabíamos la otra parte, sabemos que está lo machista, lo violento, las posibilidades de los hombres en un mundo así. Pero, ¿y si lo rascamos para ver al otro?

El baile de los hombres del Ejido 20.
El baile de los hombres del Ejido 20.CORTESÍA

También hay bromas, tirones al oído del espectador, acomodados en prejuicios. Como la escena de la caza. Luego del emocionante trenzado de danza y vida fronteriza, donde la danza irrumpe como foco de resistencia y apuesta por la imaginación, Rigo y los demás aparecen de repente en un camión, de noche, con armas. El espectador se pregunta, pero ¿cómo? ¿No era esta una historia sobre la tercera vía, la cultura y la vida frente a la violencia?

La furgoneta avanza, es de noche, todos callan. De repente aceleran. Uno grita, ‘mira, mira, hay uno’. Los bailarines, esta noche, cazan conejos. Es difícil no reírse. Luego agarran al conejo y lo interrogan, como si fuera un hombre, uno como ellos, pero de un hipotético grupo opuesto. Lo hacen y se ríen. Es Matamoros, es la frontera. La gente baila. Hay tanques. hay vida M20que se podrá ver este fin de semana en el Cine Tonalá y en el Centro Cultural Los Pinos, es una emotiva y amorosa historia sobre la vida de hombres prohibidos.

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