El miércoles 3 de mayo a las 13:40 recibimos una notificación de la cuenta Dromómanos, nuestro proyecto de periodismo independiente, sobre un retiro de 499.880 pesos (unos $28.000). A las 13:47, mientras íbamos al banco a averiguar qué había pasado, recibimos otro por una cantidad similar. En siete minutos, con dos retiros no autorizados, nos habían robado un millón de pesos.
En nuestra cuenta apenas quedaban 16.000 pesos (menos de 1.000 dólares). Los sueldos del equipo, los pagos a nuestros colaboradores y el funcionamiento de los próximos meses, se habían desvanecido. En siete minutos se tambaleaba lo que habíamos construido durante casi 12 años.
Habíamos sido víctimas de un fraude financiero en México, el país con más ciberdelitos en América Latina. Solo para que el banco —por cuestiones legales, no podemos publicar el nombre— sacara un informe sobre el millón de pesos que les habían sustraído de su cuenta, tardamos dos horas. Sin saber lo que había pasado, los empleados nos dijeron que si habíamos caído en una estafa telefónica, suplantación de identidad, Farmacia o alguna otra trampa tecnológica, no nos devolverían el dinero. Entramos a la sucursal como víctimas en busca de ayuda y salimos con una enorme sensación de impotencia.
El resto del día consultamos legalmente. Pedimos consejo a cinco abogados que nos recomendaron diferentes estrategias y la conclusión nos volvió a dejar desamparados: “¿Quieres el dinero o la justicia? No todo es posible”, dijo uno de ellos. Cualquier opción nos hundiría durante meses, incluso años, en la burocracia mexicana. Pero estamos luchando para recuperar el dinero y hacer justicia.
Cada peso de esa cuenta se lo habían ganado con trabajo, con noches de insomnio, con miles de kilómetros a la espalda, desde las favelas de Brasil hasta las sierras de México. Dromómanos surge en 2011, cuando veinteañeros recorríamos el continente a bordo de un Volkswagen Pointer de tercera mano intentando crear un nuevo modelo periodístico de cobertura continental. Empezamos a documentarnos con más de 20 informes a largo plazo y el libro narcoamerica cómo el narcotráfico afecta la vida de nuestras sociedades en todo el continente. Doce años después de aquel viaje entre carpas y hospedajes sórdidos, somos una productora multipremiada que emplea a ocho personas, ha trabajado con más de 100 colaboradores y se ha aliado con 60 medios nacionales e internacionales para cubrir Latinoamérica. Este fraude es un profundo golpe financiero y moral que, de no haber sido por nuestros aliados, amigos, financiadores y clientes, podría habernos llevado a la quiebra. Es una herida profunda, pero no mortal.
Escribimos esto sabiendo que hoy en México, 463 ciberfraudes cada hora: grandes empresas, empresas trabajadoras, personas privadas que pierden todos sus ahorros en minutos. Sabiendo que cuando eso pasa viene el muro, la indolencia de la burocracia, la explicación vacía: “Es difícil solucionarlo, tal vez fue tu culpa, lleva meses”. Estos delitos afectan cada vez a más personas a través del trabajo de un crimen organizado con fines de lucro, funcionarios bancarios internos o grupos externos que obtienen datos privados de terceros y usurpan identidades; de autoridades sin capacidad para hacer justicia; de unos bancos que te bombardean con correo basura mientras que su seguridad para mantener su dinero es insuficiente. Pero cuando te roban siempre te sientes humillado. Según una encuesta de la Autoridad Reguladora de la Industria Financiera (FINRA) en los Estados Unidos, el 47% de las víctimas de fraude se culpan a sí mismas. Muchos sufren de ansiedad severa, trastornos del sueño, depresión y TEPT. Un fraude, según ese estudio, puede provocar el suicidio.
Nos han robado un millón de pesos. Sentimos impotencia, ira, dolor. Pero no nos han robado la convicción. Decidimos contarte esto como lo sabemos hacer: con el periodismo. Queremos ofrecerte información útil para prevenir el fraude bancario y saber qué hacer si lo has sufrido.
Estamos investigando este crimen, escuchando a las víctimas, entendiendo las consecuencias—un alquiler impago, una deuda pendiente, un viaje imposible—cuestionando a quienes podrían arreglarlo. Nos robaron. Nos jodieron. Pero igual volveremos a hacer periodismo, como siempre, como una reacción alérgica a un entorno hostil.
Como dicta nuestro trabajo, nos preguntamos: ¿Y los demás? ¿Y los que no tienen ni la posibilidad de un abogado? ¿Qué pasa con los que robaron la comida de sus hijos? ¿Con quién perdieron la casa para la que habían estado ahorrando toda su vida? ¿Los que ahora viven endeudados por culpa de otro? hoy empezamos una campaña de financiación colectiva para seguir contando, formando, traspasando realidades y fronteras. Parte del dinero recaudado se invertirá en desentrañar y contar la maquinaria del fraude, un oscuro negocio que cada vez afecta a más y más latinoamericanos.
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