Porfirio Muñoz Ledo: claroscuros de un estadista |  Opinión

Hombre brillante, educado, con gran inteligencia. Fue lo primero que me vino a la mente nada más enterarme de la muerte de Porfirio, la misma impresión que me causó cuando comencé a hablar con él en 1988 cuando Cuauhtémoc Cárdenas era candidato presidencial de la oposición.

Muñoz Ledo había sido un funcionario priísta de larga trayectoria y resurgió en la opinión pública cuando junto al ingeniero Cárdenas formaron una corriente política dentro del PRI que exigía la democratización de ese instituto político para decidir la candidatura presidencial para las elecciones de 1988, la llamó Corriente Democrática.

A mí, Jesús Zambrano, que venía de la guerrilla de izquierda de los años 70 y que, como entonces, era militante del Partido Socialista Mexicano (PMS) luego de un largo proceso de unidad de la izquierda mexicana y una acelerada ruptura con las viejas ideas. de dogmatismo. postulados marxista-leninistas por parte de la guerrilla, nos fue muy fácil promover la confluencia con Cárdenas y Porfirio en su ruptura cismática con el PRI para formar parte de un amplio frente que provocaría la primera alternancia en la presidencia de la república en México . Heberto Castillo fue en 1987 el candidato del PMS. Aquella convergencia entre viejos y nuevos comunistas y los nacionalistas agrupados en el Partido de los Trabajadores de México (PMT) no fue fácil. La campaña de Cuauhtémoc Cárdenas fue una auge político que dominó la escena política y aplastó a la oposición. Era célebre que Muñoz Ledo fue “el cerebro” de ese proceso que recogió y modernizó la herencia del viejo cardenismo, frente al neoliberalismo rampante durante el Gobierno de Miguel de la Madrid.

Heberto terminó declinando a favor de Cárdenas en junio de 1988 y allí se consolidó la percepción del triunfo de esa candidatura opositora al PRI de entonces. Yo era secretario de Acción Electoral del PMS y fue cuando comencé a relacionarme con Porfirio y retomar una relación que habíamos iniciado años antes con Cuauhtémoc.

Muñoz Ledo tenía una personalidad arrolladora por su elocuencia argumentativa, la demostración de un amplio conocimiento del sistema político con el que rompían, el comportamiento de las figuras del gobierno y la contundencia con que expresaba las acciones a realizar.

En el PMS establecimos un centro de cómputo para la elección presidencial del 6 de julio de 1988. Allí, en Monterrey 50 en la Ciudad de México, recolectamos una muestra representativa de 1,500 colegios electorales. Solo obtuvimos información de unos 1.200 en los que el abrumador ganador fue Cuauhtémoc Cárdenas. Fue la noche en que “se cayó el sistema informático oficial” cuando vieron la tendencia.

Surgieron voces de alerta en el Frente Nacional Democrático. Porfirio dijo que era necesario declarar que Salinas de Gortari, el candidato del PRI, había dado “un golpe de Estado técnico”. Era una expresión muy dura para ese momento. Era el quiebre institucional. No fue aceptado por los jefes del movimiento.

Así era Porfirio: atrevido, actuando según su olfato político, con su propio pensamiento.

Él fue quien impulsó a muchos de nosotros a estudiar el fenómeno de las transiciones de sistemas autoritarios a sistemas democráticos. La transición española y “El Pacto de la Moncloa” fueron paradigmáticos para la izquierda mexicana. Y con esa convicción promovió en el PRD la necesidad de exigir un acuerdo con el gobierno del PRI para lograr una “Transición a la Democracia Convenida”, en contra de la opinión de Cuauhtémoc Cárdenas que proponía luchar por “un gobierno de salvación nacional”.

Así logramos, con la mayoría perredista, la gran reforma de la Transición Democrática Mexicana en 1996. Jesús Ortega y yo, Jesús Zambrano, teníamos que ser parte del equipo perredista, con Porfirio a la cabeza, para esa reforma que se logró, entre muchas cosas, un organismo electoral ciudadano sin participación gubernamental.

Esa fue la base de la alternancia política del 2000 cuando Fox era presidente.

Y fue lo que también marcó el inicio de un período de “burladera política” para Porfirio. Cuando no era el candidato presidencial del PRD y sus aliados, sino de Cárdenas, decidió ser uno del extinto PARM, para luego abandonarlo e irse a apoyar a Fox, de quien sería embajador de EE.UU. como Presidente, luego , en 2006 reapareció con AMLO apoyando sus protestas postelectorales contra Calderón; se une al PT del que se convierte en Diputado Federal para luego apoyar a López Obrador en 2018 y es Diputado Federal por esa Coalición encabezada por Morena.

En 2021, cuando comenzó a criticar algunas decisiones de AMLO, le negaron la reelección para ser Diputado Federal y reforzó sus críticas a ese proyecto. Y termina dándose por vencido.

En los últimos meses, Muñoz Ledo ha criticado duramente los desmanes presidenciales de López Obrador y advertido de una deriva autocrática, de carácter dictatorial.

Porfirio fue un estadista indiscutible, de brillante inteligencia, uno de los constructores de la democracia mexicana moderna, pero también de evidentes caprichos políticos. Un personaje de innegable claroscuro. Pero el final de su vida lo concluyó defendiendo la democracia.