A un año y medio de la renovación del gobierno de Jalisco, el jefe del Ejecutivo estatal, Enrique Alfaro, ha decidido que parte de su legado es anular uno de los poderes de facto que han marcado la vida de Guadalajara desde la década de 1990. En esta pelea contra Raúl Padilla López, titular del llamado grupo Universitario de Guadalajara, el gobernador apuesta el resto sin dimensionar que si emprende esta batalla por la rudeza antidemocrática, terminará alineando adversarios y complicando su futuro y el de su partido.
Como todo México, Jalisco tiene un problema de inseguridad por el crimen organizado que allí habita y recauda dinero, pero los avances del Estado lucen bien en otros campos: es líder agropecuario nacional, atrae inversiones, su aeropuerto muestra la dinamismo de obras y ampliaciones que perdió hace tiempo la terminal aérea capitalina, allí se construyen represas y trenes, y Puerto Vallarta —con la Riviera Nayarita— es parte de la uno dos tres del turismo nacional.
Parte de ese impulso se debe a que una serie de gobernantes han ayudado al Estado; pero sobre todo porque estos han tenido controles por parte de otros sectores. Es una entidad en la que el clero, la iniciativa privada, los medios de comunicación, la oposición, las universidades y, por supuesto, la ciudadanía han ido ocupando espacios de poder que todo gobernante en turno ha resentido. La entidad tiene contrapesos, que a veces llevan a cacicazgos: por ejemplo, el del cardenal Sandoval Íñiguez, y el de Padilla en la UdeG.
Si tratáramos de ser justos, tendríamos que reconocer que desde la antigüedad hasta hoy, la Iglesia y la Universidad de Guadalajara han sido pilares de la vida en Jalisco. Contribuyen a la identidad de los que están allí, pero también se han convertido en un impedimento democrático. El primero resiente cualquier avance en los derechos de género y sexualidad, y logra bloquearlo; el jefe de la segunda es alérgico a alguien que no es del clan Padilla afectando el rumbo de la máxima casa de estudios estatal.
En el caso de la universidad, sucede que el control que tiene Padilla sobre la universidad también ha servido para diversificar su oferta regional, para lanzar iniciativas de incomparable alcance a nivel nacional, como la Feria Internacional del Libro cada otoño. y fortalecer su infraestructura educativa y cultural. Pero la UdeG es, sin duda, un coto de poder que sirve para empantanar a todo gobernador, que termina negociando con “el licenciado”, como le dicen a Raúl.
Alfaro no quiso ser otro de los gobernantes de Jalisco sometidos al dominio transexenal de Raúl. Y al amparo de la pandemia, limitó el presupuesto de la UdeG. En esta cruzada, si fuera necesario decirlo, hay un componente de revancha familiar, pues en su momento el padre del gobernador tuvo un rol protagónico como hombre fuerte de la UdeG, de la cual fue rector, para ser luego desplazado por Raúl. Pero esa motivación personal solo aviva una pelea que impactará en la política a nivel nacional.
En todo caso, el problema de Alfaro no es el qué, sino el cómo. Algo poco original en los políticos, entre los que hay muchos cuyas intenciones acaban enredándose en las formas. Pretender tomar peso y control sobre la vida pública de Jalisco de parte de Padilla López sería bien recibido por diferentes actores, incluido el presidente Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, este intento puede fracasar no solo por la pericia del tortuoso exrector, sino también por la evidente incapacidad estratégica del inquilino de Casa Jalisco.
En el marco de esta lucha, Alfaro ha mostrado, una vez más, un talante de intolerancia hacia la prensa. El gobernador fue visto como el culpable del encarcelamiento de tres activistas universitarios que protestaban por una propiedad en un famoso barranco. Esa detención fue considerada injusta y desproporcionada, un abuso de quienes, al no poder convencerse de que no tenía nada que ver, estallaron contra periodistas como Diego Petersen.
Petersen, columnista de El Informador, de Sinembargo.mx, e invitado habitual de la radio capitalina, fue objeto del enfado de Alfaro, quien lo llamó pistolero. El gobernador aseguró que el columnista tiene un conflicto de intereses al comentar sobre el inmueble (su hermano Alfonso fue alcalde y se supone que privatizó el terreno cuya disputa derivó en las mencionadas detenciones), pero sobre todo lo ve como uno de esos quienes critican porque el gobierno del estado canceló los pagos de publicidad oficial.
La realidad es que Alfaro tiene un carácter explosivo que le ha causado problemas con la prensa desde hace tiempo. Dicen que cuando el medicamento no ha hecho efecto hay que repetir la dosis, así que para ilustrar la intolerancia del gobernador, citemos a Petersen en una columna de 2017, cuando el entonces alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro, se disculpó con el periódicos Mural, ntr Y Crónica por llamarlos “basura”: “Muchos políticos creen que la relación con la prensa es pavloviana: hay publicidad, hay aplausos; no hay publicidad, todo es cháchara. Es caricaturesco, pero la mayoría piensa que sí. Es paradójico que le den tanta importancia a la relación con los medios, pero dediquen tan poco tiempo a entender cómo funcionan. los cursos de entrenamiento de medios (el nombre es de por sí insoportable) que le dan a los políticos en edad de merecer se limita a enseñarles a sonreír y a responder, nunca a entender cómo funcionan los medios, cómo se procesa la información y qué es lo específico de cada medio. Hablar sobre los medios de comunicación Es una falacia, es literalmente un genérico, como decir que todos los hombres son iguales, todos los políticos son ladrones, todos los diputados son vagos, etc.
“Sí, efectivamente hay algunos medios dispuestos a dar golpes, pero son los menos y me atrevería a decir los menos importantes y los menos influyentes; con su actitud y reacciones, son los políticos quienes los hacen grandes e importantes. Al no distinguir el trigo de la paja, la crítica del machaqueo, la información de la propaganda —entre otras cosas porque ellos mismos, como parte de su comunicación política, se dedican a generar confusión—, terminan siendo incapaces de leer correctamente los medios de comunicación”. (El reportero8 de junio de 2017).
Alfaro es de la idea de que no necesita los medios para gobernar. Y que estos son emisarios de sus enemigos. ¿Dónde hemos oído eso? Por eso cuando los medios de comunicación cumplen su función de denunciar irregularidades o insuficiencias gubernamentales —y muchas veces lo han hecho muchos compañeros jaliscienses— se han ganado calificativos de alfaristas. Como dijo Diego, no distingue información de ataque y va por la boca.
Esta propensión es una preocupante señal de carencia en un político que quiere aspirar a cosas mayores (en caso de que no gobierne un Estado como Jalisco). Pero en el reciente ataque a Petersen cruzó una línea delicada. Es denigrante llamar “periódico” a una publicación que saca trapos sucios, pero catalogar a un columnista como gatillero implica, desde el Gobierno, poner la labor periodística en las filas de la criminalidad, es proscribir cualquier denuncia porque se equipara a el trabajo de un matón
Con estas credenciales, ¿quieres presentar a Alfaro a nivel nacional cuando esté por iniciar la pre-campaña electoral hacia el 2024? Después de innumerables mañanas donde el Presidente de la República ha abusado atrozmente de su poder para atacar a los periodistas con todo tipo de recursos denigrantes, ¿Alfaro se siente bien emulando a AMLO y al mismo tiempo encarnando una de las opciones presidenciales de Movimiento Ciudadano? ¿Él no lo ve? ¿A él no le importa? ¿Qué quiere Alfaro?
El actual gobernador de Jalisco parece olvidar que la alternancia en ese estado se dio luego de las movilizaciones de mujeres contra la violencia en los albores de la década de 1990. Que el cambio de partidos en el poder es una realidad porque los ciudadanos vieron cómo sus gobiernos los abandonaban en manos de delincuentes, por un lado, o cómo nunca castigaron a quienes causaron la muerte de cientos en las explosiones en el sector Reforma en 1992 Que sucedió lo impensable: despidieron al PRI estatal seis años antes de que Fox llegara a Los Pinos, y cuando los panistas se corrompieron y se emborracharon, con el poder y el alcohol a costa del fisco, también despidieron a los que debían ser honesto.
La carrera de Alfaro se benefició de las denuncias de esa prensa que ahora critica. Su mérito personal y tenacidad le valieron alcaldías y una gobernación. Su cargo político se evidencia en el control que tiene del área metropolitana y en el Congreso del Estado. Pero lo que le dieron los ciudadanos, se lo pueden quitar como antes se lo quitaban a priístas soberbios o panistas groseros.
Alfaro está a tiempo de corregir. Gobernar Cerrar bien su sexenio. Atacar al mensajero no va a esconder realidades donde, como en el caso enredado de la propiedad de la quebrada de Huentitán, la UdeG logró convertir al villano de la película, a nivel nacional e incluso internacional, en gobernador.
El presidente de Jalisco tiene derecho a arriesgar su capital político en el intento de destronar a Padilla López. Pero hoy la apuesta parece perdida en cuanto a la opinión pública. De hecho, incluso podría estar construyendo una candidatura competitiva para Ricardo Villanueva, rector de la UdeG que ha ganado visibilidad con los ataques de Alfaro, lo que complicaría las posibilidades de que Movimiento Ciudadano retenga la gubernatura y, de paso, que el partido se proyecte como un buen opción para el país en 2024.
Hasta hoy Dante Delgado ha desdeñado el liderazgo de Alfaro, pero en una de esas el veracruzano tiene bien diagnosticado al jalisciense. Si no se le puede controlar, si cree que un columnista de renombre es un pistolero en un país que no es de los que usan metáforas criminales a la ligera, quizás el actual gobernador de Jalisco no tenga el aplomo necesario para una carrera nacional.
De momento, desde finales del año pasado Alfaro acumula tropiezos. Protestar contra la FIL fue una tontería, lo que obligó a MC a boicotear esa feria también. Y, lo peor de todo, solo pareció fortalecer a Raúl, con quien AMLO no se va a meter porque se saben cosas de cuando han sido aliados.
En una de esas, por no tener estrategia ni saber el valor de una legítima denuncia periodística, Alfaro con su desplante le abre la puerta a Morena en 2024 de uno de los Estados menos afines al movimiento del presidente López Obrador. Y Raúl estará feliz porque encontrará la manera de negociar con el nuevo gobernante. Como siempre.
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