Quienes antes iban al Senado mexicano en busca de su marihuana para tirar una pipa ahora pueden ir a buscar otro mercado. El campamento que se instaló hace tres años en un lateral de la Cámara Alta ha sido desmantelado en la madrugada de este sábado por la policía local, rodeado por una triple hilera de vallas metálicas y custodiado por más de una decena de agentes. El bronce de Luis Pasteur que preside hoy la plaza solo respira la contaminación propia de la Ciudad de México. El científico francés se aburrirá más a partir de ahora, porque el espacio, en el centro de la capital, se convirtió durante meses en una concentración de jóvenes consumidores de marihuana que diversificaron sus actividades: allí sembraban y vendían diversas especies de yerba y la chatarra para fumar. ella, galletas de hachís, tacos y refrescos. No había Senado en el mundo como el de México.
El plantón se montó como protesta contra las leyes que restringían el consumo de cogollos y la presencia de aquellas destartaladas cabañas donde se cultivaba cannabis presionaba a los legisladores. Los defensores de la marihuana ganaban batallas legales, pero la Cámara no cedió, a pesar de que varios artículos habían sido calificados de inconstitucionales y se instó a los senadores a modificar la ley. Pero consumieron los plazos dados sin atender las pretensiones de los tribunales. Harta de la desobediencia, la Corte Suprema dio un puñetazo sobre la mesa en junio de 2021 y declaró inconstitucional toda la ley. “Es un día histórico para las libertades”, dijo el entonces presidente, Arturo Zaldívar. Pero los derechos siguen en un limbo regulatorio. El jefe del partido oficialista en la Cámara Alta, Ricardo Monreal, lo sabe, y en alguna ocasión ya ha manifestado la necesidad de regular este consumo como se le manda.
Conforme pasaban los meses sin alteraciones significativas, el paisaje de humo se hizo común en el Senado y los transeúntes ni siquiera se dieron cuenta de que estaba allí, la protesta de cualquier sábado juvenil era indistinguible. Esa fue una de las razones por las que los dirigentes decidieron levantar el campamento, ya no servía para reclamos, dijeron recientemente. Pero no todos quedaron satisfechos, y días después, los fumadores seguían ahí: “Hasta la victoria verde”, decían las consignas. La disputa no era sólo dentro del colectivo. Al calor de la droga, la Administración se quejó de peleas recurrentes en el parque Luis Pasteur, aunque, en general, se trata de gente pacífica que en nada alteró la vida cotidiana del barrio.
“El Senado le debe leyes justas a los ciudadanos que deciden hacer un uso responsable del cannabis”, dijo hace unos días José Rivera, vocero de un grupo de activistas. Y razón no le falta, si se cumplen las pretensiones del Supremo. México quedó tras la declaración general de inconstitucionalidad en una especie de legalidad verde que permite a los ciudadanos consumir, comprar semillas y sembrar y distribuir los cogollos. Pero el Código Penal no ha sido modificado y el narcotráfico sigue siendo sancionado. Los fumadores se quejaban de que todo era igual, excepto que ahora, para sembrar y consumir, no tendrían que solicitar amparo en los tribunales. Ahora son las autoridades sanitarias las que están obligadas a expedir los permisos. Pero en el terreno legal nada ha avanzado.
México tiene una asignatura pendiente que en muchos países del mundo ya ha ganado mucho terreno, con mercados regulados y libre siembra y distribución o controlada por el Estado. En Nueva York, sin ir más lejos, cada rincón huele a marihuana. También en México se están rayando libertades en este sentido. En Oaxaca, por ejemplo, la policía recibió instrucciones en la primavera del año pasado de no molestar a los fumadores si no estaban molestando a nadie. Se pidió limitar el consumo a zonas que no fueran de paso infantil, hospitales, lugares públicos, etc., pero los agentes ya no podían detener a los consumidores por escándalo público. No necesitaban una ley para ello, pero lograron su pequeño triunfo por la ausencia de una ley que dijera lo contrario. En esos días, los defensores de la marihuana trataron de hacer campaña entre los policías para que estuvieran al tanto de las últimas regulaciones. Sabían que habían ganado otra batalla, pero la guerra, como todas las guerras, seguirá siendo larga e incierta.
La resonancia de la capital tendrá sus olas en todo el Estado, seguro. Todo el país sabe hoy que fumar ya no está en el Senado mexicano, pero esperan que los senadores hagan su trabajo y den luz verde a un reclamo del mismo color.
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